viernes, 18 de diciembre de 2009

Todo pasa y todo queda

Suena “Todo pasa y todo queda”, fantástica canción de Serrat.

Y no hay más verdad que lo que nos enseña que todo pasa. Somos viajantes de la vida y a lo largo de ella cruzamos diferentes caminos. En ellos diferentes personas y distintas realidades.

Después de momentos de transición que nos parecen eternos, de repente entramos en Un camino dónde vivimos a un ritmo tan intenso y desenfrenado que parece que lo hayamos recorrido de una forma muy fugaz. Durante el recorrido no nos paramos a pensar en él, en dónde estamos, con quien lo compartimos, que es lo que damos y recibimos…; sólo lo vivimos al máximo. Hasta que vemos la señal de Stop con un gran cártel luminoso y debemos retroceder, cambiar de ruta o iniciar uno nuevo.

Pero antes de encontrarnos con otro debemos parar a reflexionar, ver lo que hemos vivido desde fuera para poder continuar. Es aquí dónde volvemos a entrar en la espiral del momento de la transición.
Incluso parece que no salimos nunca de ella, pero no es así. Salimos y volvemos a entrar para luego poder volver a salir y así sucesivamente hasta el momento final de la muerte.

Aprendiendo, evolucionando, “involucionando”, haciéndonos pequeños para poder hacernos grandes. Siendo egocéntricos para poder alejarnos de nuestro ombligo y ver más allá, desprendiéndonos de nosotros mismos y viendo la totalidad de las cosas para regresar al egocentrismo y quedarnos en la fijación, para luego volver a salir y continuar aprendiendo. Aprendiendo hasta el final.

Y es aquí dónde todo queda. Todo queda como las huellas en el camino que recorremos. Todo queda en nosotros, en el ambiente, en el mundo. Desde el odio hasta el amor que lo inunda todo.

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